Sufrimientos en las manos de Dios

El sufrimiento nunca es bueno en sí mismo, pero Dios es capaz de usarlo para el bien. A veces, Dios usa nuestro sufrimiento para entrenarnos al igual que el agricultor poda la viña, los padres disciplinan a sus hijos y un trabajador del metal acrisola la plata y el oro en el fuego.

El sufrimiento nunca es bueno en sí mismo, pero Dios es capaz de usarlo para el bien. A veces, Dios usa nuestro sufrimiento para entrenarnos al igual que el agricultor poda la viña, los padres disciplinan a sus hijos y un trabajador del metal acrisola la plata y el oro en el fuego.

El salmista escribe: «Impárteme conocimiento y buen juicio. Antes de sufrir anduve descarriado, pero ahora obedezco tu palabra, enséñame tus decretos» (Salmo 119:66). El hecho de que estaba pasando por unos momentos duros no le hizo dudar de la bondad de Dios. Más bien, lo vio como la escuela de formación de Dios.

Coloca tus sufrimientos en las manos de Dios y Él te dará fuerza para salir adelante.

El salmista es capaz de ver cómo de hecho, Dios ha usado sus dificultades, aflicciones y sufrimientos: «Me hizo bien haber sido afligido, porque así llegué a conocer tus decretos. Para mí es más valiosa tu enseñanza que millares de monedas de oro y plata.

Señor. Gracias porque cuando miro en retrospectiva mi vida, siempre suelo ver las maneras en las que has usado los tiempos duros. Gracias porque las palabras de Tu boca son más preciosas que un millar de piezas de plata y oro. 

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